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A vueltas con la obra de Thomas Bernhard, mi umami literario:
reflexiones sobre “Der Untergeher” y su traducción
El arte no es un consuelo. Es una condena.
Nos muestra lo que podríamos ser y nunca seremos.
Mis recuerdos sobre mi encuentro con Bernhard son difusos. Era un tiempo en el que yo vivía de cerca el enorme interés que sentía otro autor, otro apellido que empieza con B por el enigmático escritor austríaco. No solo su interés por Bernhard, sino también su interés por Büchner, otra B.
Era un tiempo en el que yo aún no había descubierto el privilegio de dominar el idioma alemán para poder enfrentarme a su increíble repertorio ‘liderístico’.
Me resistía, había un bloqueo cultural de artista condenada al desarraigo que había llegado desde Milán, acostumbrada a ese italiano lleno de musicalidad y largas vocales.
Sí, me resistía. El otro señor B me avisaba: “no sabes lo que te estás perdiendo”.
Entonces me dio un libro de su inmensa biblioteca con la obra de Büchner. Yo pensaba, esto no voy a poder leerlo nunca. ¿Büchner? ¿Quién es?
Pasó el tiempo, pasaron muchos inviernos de nieve y muchas horas en la Facultad de Filología de Heidelberg estudiando literatura y lingüística alemana.
Yo tenía el primer móvil que se vio en aquellos pasillos. Hablaba con mi niño, que ya había empezado el instituto.
El señor B tenía razón. No sabía lo que me estaba perdiendo. Me licencié con un trabajo sobre Georg Büchner para el que ni siquiera había bibliografía.
Un tema del que no se habían ocupado hasta entonces. Un tema relacionado con la música. No podría ser de otra manera. Soy, además de autora, cantante lírica.
Quizás es por eso que siento una conexión especial, yo también, con la figura y la obra de Bernhard.