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CARMENtalia

entre canto y letras

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(c) 2025 Carmen Durán, Books

Detalles
Publicado: 26 Abril 2025
Visitas: 34

Marginalia

No voy a explicaros lo que significa esa palabra tan musical. Faltaría más.

Haría falta un libro. Haría falta toda una tesis doctoral para estudiarla a fondo. Marginalia es todo un mundo, además de ser un tema objeto de polémicas.

Si tenéis tiempo y paciencia para echar un vistazo en todo lo que nos cuentan los buscadores en la red podréis ver entradas que llaman la atención como la de la revista Jot Down: Marginalia: el arte de joder un libro, a cargo de Diego Cuevas.

 

Lo dicho, la polémica está abierta y seguirá, porque la manera de leer es claramente un reflejo de la propia personalidad y la manera de ver el mundo.

El destino me llevó a convivir con un escritor que tiene una parte genial de su obra escondida por toda nuestra biblioteca.

Es curioso que su manera de hacer anotaciones es una mezcla de estilos.

 

Hay anotaciones en los márgenes al modo de Mark Twain y hay notas escritas en cualquier papel al que pueda echar mano en el momento, ticket de compra, sobre de correos, esquina de periódico, da igual.

Esas notitas suelen contener algún poema o texto inspirado por el genio autor del libro.

Coleridge también usaba los dos estilos, aunque prefería las notitas dentro del libro.

 

Yo como lectora no hago uso de marginalia. Como filóloga sí.

Mis libros de estudio están llenos de anotaciones y posits.

Me hubiera sido imposible escribir sobre los motivos musicales del primer Romanticismo alemán si no hubiera subrayado montones de sonidos de campanas en novelas interminables de la época.

Aunque no suelo hacer anotaciones porque sí, porque me inspiro, soy defensora, al igual que el genial Poe, de la importancia de las notas al margen como testimonio íntimo de la experiencia lectora.

 

De repente se me viene a la cabeza algo muy moderno, muy de moda, el Journaling.

Vale, no vamos a comparar un cuaderno con citas escritas con lettering y pegatinas con la marginalia de Coleridge sobre la filosofía de Fichte.

Pero pienso que todo lo que se ha escrito en los márgenes de los libros por los grandes escritores de la historia es un tesoro valiosísimo.

No lo considero en absoluto una falta de respeto.

Creo que enriquecen el patrimonio cultural de la humanidad.

Y hablando de marginalia.

Voy a ver si encuentro una notita en la biblioteca de mi marido…

 


 

 

Detalles
Publicado: 24 Abril 2025
Visitas: 47

Cocino cantando y pensando poemas

Para mí, escribir no es una profesión, ni siquiera una vocación.

Es una manera de estar en el mundo.

(Ana María Matute)

 

Esa frase sobre el hecho de escribir fue para mí como una epifanía.

Como si Ana María Matute me diera la respuesta que necesitaba. ¿Por qué?

Pues porque siempre he tenido problemas con la palabra “vocación”.

Y mucho más con la palabra vocación relacionada con el arte.

 

Confieso que es un problema muy mío. A pesar de llevar toda una vida dedicada a la música y a la literatura. 

Cuando estrené mi segunda ópera en gallego, el periodista de Diario Público me preguntó por mi vocación.

 

Le dije que de jovencita quería ser profesora de literatura, pero que mi talento se cruzó en mi camino. Mi confesión le hizo gracia. A mí también. 

Escribir ¿vocación? No. Me quedo con la respuesta de la gran dama de las letras.

 

Me recuerdo siempre escribiendo. Era algo que hacía para mí, aunque en ocasiones me presentaba a algún concurso.

Me dieron varios premios. Uno lo recuerdo con cariño. Era un concurso organizado por Coca-Cola. Gané una cámara fotográfica. La primera que hubo en mi casa.

 

En mi casa no había libros. No. Bueno, sí. Que yo recuerde había tres. Aunque la verdad para recuerdos del pasado tengo mala memoria.

No soy ese miembro de la familia, al que yo llamo “la memoria,” que recuerda todo lo que ha pasado con pelos y señales. Una especie de Google familiar.

 

Creo recordar que había tres libros. Un diccionario vintage de francés. A mi padre, que no fue apenas a la escuela, pero tenía una de las voces de tenor más bonitas que recuerdo, le gustaba el francés. Me llevó de niña a La Alianza francesa. Recuerdo el orgullo con el que me pedía que pronunciara delante de amigos y vecinos aquello de “la date de demain sera”…

Fue mi padre la primera persona que me dijo que yo había nacido para cantar.

El otro libro de la microbiblioteca familiar era “Los tres mosqueteros”. A mi padre le encantaban los espadachines, las películas del Oeste y Errol Flynn.

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